El Pity y una historia que pinta su decadencia

Historias de reviente bajo la mirada benévola de alguna parte de la prensa. El cantante de Viejas Locas hace años que tiene a las armas como aliadas.

Ya se entregó. Su prisión era de antes. Las drogas y la marginalidad. Historias que se siguen cruzando en un biografía del reviente, muchas veces reivindicado por críticos del rubro.

Cuenta un taxista que se lo topó como circunstancial pasajero que 5 años atrás se subió al servicio , apurado para ir a buscar mercadería. Una villa de Lugano era siempre su destino de paso. Pasta base y un pago de 10 mil pesos.

“Pará acá nomás, y no tengas miedo que te vamos a cuidar”, le dijo al chofer sorprendido. “Cuidame a la amiga”, agregó antes de bajarse. La amiga era la pistola que le dejó en el asiento de atrás. Al partir de la villa un chico le acercó un refuerzo de armamento. Que el Pity era ajeno a las armas es una falacia, del mito de los relatores de rock. Hace rato iba de caño para auto abastecerse y siempre advertido que otros transas le querían robar la mercadería sabiendo que compraba fuerte en ese mercado marginal.

El tachero, admirador de su música, lo despidió con un “cuidate”. El rockstar ya estaba acostumbrado a la cornisa de su vida. Si lo detenían, con un autógrafo o un CD de viejas locas podía llegar a arreglarlo.

La foto aquí publicada lo muestra ahora en su capítulo final. Entregado en la Comisaría 52. Solo y con una manta naranja.

Al abordar el torbellino periodístico, dijo: “Yo disparé, me defendí como hubiera hecho un animal”. No hay más preguntas.

Críticos del rock o periodistas generalistas han construido el mito simpático del personaje. Una especie de culto al reviente.

“Hay momentos que brillas y otros que te encandila tu propia oscuridad”, es la letra de su última canción.