Las lecciones que Macri puede encontrar en Menem por el caso Maldonado

El riojano puso en juego su escala de valores para aprovechar una crisis en una oportunidad transformadora. El asesinato de un colimba terminó con el Servicio Militar Obligatorio.

El político y el líder siempre tiene que estar abierto a cambiar de libreto si un cisne negro se entromete en su acción de gobierno. La desaparición de Maldonado es esa alarma encendida, que podrá no tener un efecto electoral inmediato, pero que a la larga va erosionando el apoyo popular.

Maldonado es ante todo un ciudadano que desapreció en democracia. Después mochilero, después simpatizante de la causa Mapuche y tantas otras visiones o especulaciones que se han barajado. En el expediente no hay ningún avance concreto y en el Gobierno el mal humor del Macri es creciente.

Se respira cierto aire de subestimación en la Rosada. El ADN de los Ceos o ex Newman no mesuran el porqué explotó el caso no solo en las gráfica de las calles del país sino a nivel internacional. Cada visitante exterior, no importa su procedencia, hace alguna mención en conversaciones con anfitriones de Estado que suelen anteponer todo a un clima de violencia que hay en el país.

Al presidente – sus detractores- lo tratan de relacionar con la década del 90. Una suerte de regreso al neo liberalismo sin sensibilidad social. El recorte de la realidad puede tener un buen ejemplo para salir de lecturas estigmatizantes.

Menem fue las privatizaciones , el Indulto, la corrupción pero también muchas otras cosas, como su versatilidad y olfato político, para saber decodificar los humores sociales.

Hay una lección inevitable que trae esa década pensando en el caso Maldonado. Ella toma el ejemplo de como actuó el riojano, cuando estalló el caso del soldado Carrasco. Las huellas del destino trasladas ese escenario, de violación a los derechos humanos, también a la inhóspita geografía del sur, pero esta vez en Zapala, Neuquén.

En 1994, un colimba llamado Omar Carrasco, después de ser “bailado” por compañeros y superiores, apareció muerto. Tres días después de ser incorporado al Grupo de Artillería 16, fue reportado como “desaparecido”. Lo quisieron hacer parar como desertor. Un mes después el cuerpo sin vida apareció tirado en el fondo del cuartel.

El gobierno de aquel entonces nunca puso las manos el el fuego por el Ejército, y así como Menem había indultado a genocidas, en este caso primó su visión de un punto de inflexión histórico, que terminó siendo la derogación del Servicio Militar Obligatorio.

Es altamente posible que la justicia no alcance a clarificar esta nueva herida en la sociedad con un joven desaparecido en circunstancias de una acción represiva. Creer que en manos de la Gendarmería puede estar garantizada la auto depuración , es a las claras subestimar la red de encubrimiento que asoma en el nuevo caso.

En el caso Carrasco la moraleja final fue que a un ex Subteniente, Ignacio Canevaro y a otros tres subalternos , la justicia los encontró culpables por el crimen y encubrimiento. La sociedad terminó de cerrar las heridas con la acción política de Menem de eliminar la colimba, una medida de mayor distancia de los años oscuros.

No es cierto que los Gendarmes no hayan tenido participación en la ilegalidad de los procedimientos de la última Dictadura, como señaló Patricia Bullrich. La Democracia solo juzgó a 23 gendarmes por crímenes de lesa humanidad.

Sería discutible su real eficiencia en el combate contra el narcotráfico. Macri debería ver el dramático caso Maldonado como una oportunidad para recrear una fuerza profesional y democrática.

Siempre se está a tiempo de los aprendizajes de la historia. Hasta en los presidentes más cuestionados se puede encontrar una cualidad o una mirada rupturista. Macri tiene la oportunidad de hacer un cambio cultural para entender que los Derechos Humanos no deben ser una apropiación de la la izquierda sino de toda la sociedad.