Copa América: el fútbol como tapadera de la tragedia nacional

El gobierno insiste en organizar el campeonato de selecciones de América en el peor momento de la pandemia.

Eduardo Lazzari

Por Eduardo Lazzari

La llegada del peronismo al poder cambió la relación del Estado con el deporte. Perón, jinete y esgrimista, solía asistir a veladas pugilísticas en el Luna Park. Como simpatizante de Racing y en previsión de los Primeros Juegos Panamericanos, impulsó que la Caja de Jubilaciones le otorgara un préstamo al club para la construcción de un estadio colosal frente a la estación Retiro, que finalmente se hizo en Avellaneda.

El 3 de septiembre de 1950 el presidente estuvo allí y Evita dio el puntapié inicial en el bautizado “Coliseo Deportivo Presidente Perón”. El crédito fue saldado por el club en cómodas cuotas a lo largo de muchos años. Esto le valió a Racing el mote de “Sportivo Cereijo”, por el socio académico y ministro de Hacienda peronista que facilitó el trámite.

Más cerca en la historia, durante el último gobierno militar, dos campeonatos mundiales de fútbol se convirtieron en los hechos más esquizofrénicos de la vida nacional: mientras se festejaba el triunfo del equipo argentino en la final de 1978, el país estaba sumergido en la peor etapa de violencia política que se recuerda.

La Junta Militar festejando en la cancha de River Plate es la estampa de ese momento. Durante la guerra de Malvinas, en 1982, la selección argentina era eliminada en el Mundial de España, y ambas tristezas, la guerra y la derrota deportiva, se mezclaron como si fuera lo mismo.

Mas atrás en la historia…

La política argentina descubrió con rapidez la popularidad del deporte, al igual que el resto del mundo. La aparición de la práctica deportiva masiva, de la mano de la cultura británica, hizo de nuestro país un lugar en el que el fútbol, el rugby, el polo, el hockey, el tenis y otras disciplinas, fueron aceptados por todas las capas sociales.

El primer evento que mostró al deporte como un hecho de trascendencia notable fue la muerte del primer ídolo popular, Jorge Newbery, el 1° de marzo de 1914. Sus restos fueron acompañados por miles a la estación en Mendoza, y luego el tren detenido varias veces durante el viaje a Buenos Aires, para que en cada pueblo se rindiera homenaje al “cóndor criollo”. Otros miles acompañaron el cortejo y el velatorio en la Sociedad Sportiva porteña: era el reconocimiento al aeronauta, boxeador, atleta, al deportista.

Su funeral fue más numeroso que el de los tres presidentes que murieron ese año: Sáenz Peña, Roca y Uriburu.

 

La mirada de los gobernantes se posó sobre todo en el fútbol. En 1906 el liberal Roca fue el primer presidente asociado a un club: Racing.

En 1924 el radical Alvear inauguró el primer estadio de Boca Juniors, club del que era hincha y fue aclamado por la multitud. En 1938 el conservador Justo colocó la piedra fundamental de “la Bombonera”, y hoy un busto en su homenaje está en la biblioteca del club. Vale aclarar que la prosperidad argentina permitía que las entidades civiles encararan obras gigantescas sólo con el apoyo de sus socios.

Se pueden recordar otros hechos similares, pero llama la atención sumar a estos episodios la posible foto de un presidente argentino entregando la Copa América en el momento más terrible del impacto de la pandemia del covid 19. No siempre la popularidad del deporte va acompañada de la sensatez de los gobernantes.