De relaciones carnales a la vacuna rusa y el vínculo con China

La crisis pandémica puso a la Argentina más cerca de países enemigos de EEUU. Un poco de historia.

Eduardo Lazzari

Por Eduardo Lazzari

De los tres grandes movimientos políticos que gobernaron la Argentina desde la sanción de la Constitución en 1853, dos nacieron desde su manejo del estado: los conservadores y los peronistas; y uno desde el llano construyendo su poder: los radicales. Esta es una posible clasificación que interesa a los historiadores, pero la modernidad argentina puede clasificarse según las decisiones geopolíticas tomadas a lo largo del tiempo.

Desde la unificación nacional en 1862 los sucesivos gobiernos buscaron integrar al país dentro del sistema capitalista mundial, por entonces hegemonizado por Gran Bretaña, lográndolo con facilidad en el aspecto económico, debido a que la producción agropecuaria local exportable era complementaria con las necesidades de los países industrializados. Por eso el sector externo de la economía argentina representaba el 50% del total del PBI o algo más. Este ciclo duró hasta 1943 y el símbolo de la alianza de hecho entre Argentina y Gran Bretaña eran los ferrocarriles. Los líderes fueron Roca, Yrigoyen y Justo.

En los convulsos tiempos de la II Guerra Mundial, los avatares políticos argentinos llevaron a un golpe de estado encabezado por el sector nacionalista del Ejército, cuyo desvarío mayor fue enviar en noviembre de 1943 una misión secreta para comprar armas en Alemania. Bastó esta decisión para que los Aliados (Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética) descartaran al país como integrante confiable de la alianza. El símbolo fue la “tercera posición”, muy bien manejada para la propaganda interna, pero dramática por sus resultados diplomáticos y económicos. El líder fue Perón.

A partir de mediados del siglo XX, la Argentina no logra estructurar políticas de estado para mejorar su economía, lo que obliga a una ubicación determinada y estable en el mundo, que por sus antecedentes debería ser integrar el grupo de países liberales democráticos del mundo, desde entonces encabezados sin duda por los Estados Unidos. Salvo en los tiempos de Frondizi, el país no ha encontrado un lugar cómodo en el sistema bipolar EE.UU – URSS, ni en la multipolaridad posterior. Esto ocurre entre 1945 y 2010.

Esta toma de posición geopolítica es disruptiva respecto de la tradición y queda por determinar el costo que la Argentina está dispuesta a pagar

Los inicios del siglo XXI marcan el comienzo de una nueva búsqueda. Los gobiernos argentinos oscilaron entre los distintos polos del poder mundial, y sobre todo se abrió una relación intensa con China, poco común hasta entonces y menos clara en cuanto al perfil ideológico de la misma. El símbolo de este cambio es la contratación de la provisión de vacunas contra el COVID, que parece estar enrolada en una política de más profundidad, ya que se hace evidente el rechazo a la producción de los países tradicionalmente aliados de la Argentina, como EE.UU y Europa, para fortalecer el vínculo con países como Rusia y China que no adhieren a los principios democráticos occidentales.

Esta toma de posición geopolítica es disruptiva respecto de la tradición y queda por determinar el costo que la Argentina está dispuesta a pagar para cambiar de ubicación en el concierto de las naciones del mundo. ¿Serán bases espaciales, centrales hidroeléctricas o atómicas, o sencillamente alineamiento político? Vale aquella antigua sentencia: “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.