Comienza la difícil transición entre Macri y Alberto

Una democracia que vive de transición en transición, inicia una etapa complicadísima hacia octubre. Fernández quiere que el costo lo pague Macri.

La transición de la transición ha comenzado. ¿Cuál es la diferencia con otras etapas? En esta ocasión de un efecto demoledor de vacío de poder sin que se hayan jugado las elecciones por los puntos de octubre. La elección de ayer, con 15 puntos de diferencia, deja al descubierto el problema de llegar a la próxima estación electoral sin tener problemas serios de gobernabilidad. Faltan 74 días. Es toda una vida.

Ganase quien ganase con o sin reelección, la Argentina iba atravesar un camino plagado de inconvenientes en lo económico con un endeudamiento histórico con el FMI y reformas necesarias pendientes. Con este resultado inesperado, por la diferencia amplia, se le agrega el problema de la gobernabilidad hasta diciembre.

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Para Rosendo Fraga no caben dudas que ambos protagonistas, Macri y Alberto, deberían tener un reunión de consensos mínimos para llegar a esa instancia de cambio de timón sin sobresaltos.

El gesto de acercamiento quiere, el Frente de Todos, que lo genera primero el gobierno. Las primeras declaraciones del lunes fueron en ese sentido. Tanto el potencial casi presidente y el casi seguro gobernador electo de la provincia, coincidieron que la responsabilidad primaria recae en el actual gobierno.

Hay una encerrona en la que Fernández no quiere caer que es comenzar a pagar costos políticos por adelantado de cuestiones que  “no generaron ellos”.

Las transiciones siempre fueron largas y difíciles. En el 83, salir de la oscura noche de la dictadura. En los 90, generar las transformaciones de una argentina todavía con la mayoría de los servicios públicos en manos del estado. En la antesala del 2000, combatir la pobreza y la corrupción. En el 2003, generar crecimiento e integrar a los desplazados. Con Macri se sigue intentando normalizar las instituciones. Siempre pretenciosas, unilaterales e inconclusas.

Macri y Alberto tienen la palabra. Su mala relación interpersonal debería quedar al costado por principios altruistas.