El caso Berni se transformó en la prueba de fuego del equilibrio entre Alberto y Cristina

El ministro de seguridad bonaerense tendría las horas contadas. Sigue provocando a la Rosada . Cual es la sospecha.

Berni es la rara avis del kirchnerismo. Tiene acciones que son difíciles de encuadrar. Puede ser mano dura y al mismo tiempo representar las banderas de los derechos humanos. Un progre pragmatista. Pero difícilmente sea un jugador solitario y sus provocaciones a la Rosada serían avaladas por su jefa política.

Cristina calla. Su silencio es un aval al ex militar. La última de Berni fue alinearse con la teoría de “presos políticos”  y pedir la libertad de Julio De Vido.

Alberto le había reclamado a Kicillof que lo pusiera en vereda o sino se fuera. El ultimátum fue antes de esta última intervención mediática del Super Berni.

En la Rosada, esperan que el gobernador encuentre una figura de reemplazo pronto en esa delicada área, que encuentra a los intendentes del conurbano alerta para facturarle su mal manejo al Soviético.

Una pregunta rebota en los pasillos del poder Albertista: ¿Estará forzando una salida el propio Berni para representar un kichnerismo populista desde afuera del gobierno, avalado por Cristina?

Alberto muchas veces trata de interpretar lo que tiene en la cabeza Cristina y de adivinar cual será el próximo tironeo en el frente interno. Una bofetada a la credibilidad en medio de las vertiginosas jornadas de negociación con el FMI.

Berni tuvo las absurda idea de reclamar el retiro de las fuerzas Federales en la provincia cuando su distrito no puede ni siquiera garantizar la salida tranquila de los jóvenes veraneantes en los boliches. En realidad quiere manejar los 6800 efectivos de las fuerzas federales en la Provincia.

Una pregunta rebota en los pasillos del poder Albertista: ¿Estará forzando una salida el propio Berni para representar un kichnerismo populista desde afuera del gobierno, avalado por Cristina?

Una manera de ver las cosas en la primer interna fuerte entre Kichernistas y Alberto. El presidente depende de resultados económicos pero la política lo llama al barro de las vanidades.