El conmovedor relato de la periodista de Crónica que fue amenazada con un arma en plena nota

Publicó en su Facebook todos los detalles del momento horrible que vivió en plena cobertura con una “piraña” de nenes armados.

Camila Barral se recibió de periodistas en Villa Tranquila, curioso nombre para un lugar marginal donde muchos niños utilizan armas como quien debería tener juguetes.

Su valor y entereza, ante el impacto de una situación horrenda en plena cobertura, tuvo amplia repercusión en las redes sociales.

Camila contó que mientras todo sucedía pensó en su familia que la estaba mirando por TV. Rechazó las críticas de algunos usuarios de las redes que se preguntaron como el canal mandaba a una piba tan joven a ese tipo de lugares.

La cronista estuvo, este sábado en los estudios de Crónica TV, leyendo su propia catarsis que publicó en su Facebook. El escrito también es una pieza de periodismo puro en primera persona …

“Leonardo Sarmiento tenía 40 años. Estaba ubicado en Gutiérrez y French, a dos cuadras de Villa Tranquila, trabajando de civil en un caso de abuso sexual cuando fue abordado por 5 personas. Le dispararon en el tórax a dos metros de distancia. Fue sin mediar palabra, un tiro certero. Se dieron cuenta que era policía y dispararon. Llegó óbito al Hospital Fiorito.

A los 13 años decidí que quería ser periodista y no voy a mentir, siempre está ese morbo impuesto por la prensa hegemónica, el cual te lleva a pensar que debutás como periodista recién cuando entrás una villa, te tiran gas lacrimógeno en la cara o cuando visitás una cárcel. Básicamente cuando sentís el miedo de cerca y hacés medio punto más de rating.

Ayer me tocó. Entré a cubrir un homicidio y para cuando terminó la nota, el cadáver que sacaron del lugar, podría haber sido también el mío.

A las 17 hs nos mandan a las inmediaciones del lugar. Siempre, en Crónica, le brindamos el micrófono a todos, ya seas autor del delito o víctima.

Llegamos a la intersección y como en todas las notas buscamos testimonios, misteriosamente todos nos decían “no somos de acá, no sabemos nada o sencillamente no vamos a hablar”. Comencé el relato al aire al rededor de las 17.15 y en ese momento llega al lugar un móvil de Canal 26. Dos minutos antes de que me digan aire, mi compañero, el camarógrafo, hace imágenes de unos nenes que se encontraban andando en bicicleta, hasta el momento eran 2, y recibe como respuesta “eh gato, no me filmes, filmá a la pendejita (haciendo alusión a mi)”, 8 años tenía el nene y un odio encima que pocas veces vi. Creímos que era un chiste pero al parecer supusimos mal.

En plena nota mi colega de Canal 26 me acerca a una mujer para entrevistar que quería hacer una denuncia. Cristina. Era la madre de un chico que había estado detenido, según relata la testigo, “injustificadamente” y la policía producto de los allanamientos que hizo en la zona por el asesinato a Leonardo Sarmiento, ingresó a su domicilio y le “revolvió todo”. Se acerca un nene de unos 10 años, interrumpe la nota y le dice a la mujer “Cristina te llama(posteriormente me entero que es la nuera de la persona que estábamos entrevistando) y me dijo que te calles, ahora viene ella a hablar”. Por supuesto minutos después cae esta chica con un bebé en brazos y como es costumbre le acercamos el micrófono hasta que otro hombre de unos 40 años viene corriendo y le dice no hablés más.

En el momento, no voy a mentir, estaba tan concentrada en el aire que no percaté que los dos nenes que estaban al principio y nos gritaron por filmarlos, no eran dos, ahora eran quince.

Al aire sale una placa roja en la cual dicen que hay un detenido por el caso, un chico de 14 años y muestran la foto, por supuesto, no sin antes blurearla como lo indica la ley. En ese preciso instante, comenzó todo.

¿Camila estás ahí?” Me preguntan desde el piso. Sigo mi relato como hasta el momento, el móvil de Canal 26 ya estaba desarmando todo para irse, al igual que el de Tv Pública. Como manejamos ciertos “códigos de la calle” nos esperaron a que termináramos la nota porque la situación se estaba poniendo tensa.

Uno de los quince nenes pasa por enfrente de la cámara con su bicicleta, como diciéndome “andate de acá, porque nosotros mandamos”, mientras que otro se paraba al lado del camarógrafo y le decía “¿sabés quién quemó al poli? Yo”. Poco y nada escuchaba porque seguía al aire relatando la noticia y desmerecí ese dicho, pensé: bueno, es una travesura de un nene de 12 años, quieren llamar la atención porque hay una cámara, que no sería algo loco, suele pasarnos.

Ese mismo nene se golpea el bolsillo y le muestra algo a mi compañero, preferí no mirar y seguir hablando del caso que vine a cubrir porque es común que a esos nenes los maneje alguien y esa persona esté mirando la tele mientras ellos actúan y los llame para decirles si nosotros hablamos o hacemos mención de los famosos “soldaditos” o tiramos “basura” en contra de la villa que ellos manejan.

Desde el piso se percataron que algo pasaba. Me pedían “Camila andá para adelante” cada vez eran más y más. El camarógrafo de la TV pública le dijo a mi compañero “nos tenemos que ir ya”. Y así fue que comenzamos a desarmar.

Me cruzo con dos vecinos, un señor de unos 45 años con una contextura robusta y su mujer, que me dicen a los gritos para que los nenes escuchen “ojo con estos que son todos chorritos, son pirañas”. Instintivamente, con el camarógrafo, nos hicimos los que seguíamos en vivo hasta que subimos los materiales al auto, no sin antes dejar prendida la cámara y el retorno, para que desde el control del canal pudieran escucharnos.

El nene de 12 años que le dicen “rata” me muestra algo negro que tenia en el bolsillo. Juro que creí que era un celular. Los nenes tenían la edad de mi hermano, seguía pensando que todo era una “joda” de ellos, pero me seguía resonando la frase de “yo mate al poli”.

Llego al auto para irnos y cuando mi compañero comienza a guardar la cámara prendida en la parte trasera del auto mientras yo guardo los auriculares, miro por el parabrisas y les juro, vi la cara del puto diablo representada en 2 nenes (rodeados de los otros 13). El rata y su compañero me apuntaban con dos armas en el medio de la cara.

Sus ojos, sus ojos rojos y vidriosos, la sonrisa de satisfacción que tenía en la cara ante mi sufrimiento, su mano empuñando el arma con el dedito de un nene de 12 años en el gatillo. Esa imagen no me la voy a olvidar jamás en la vida. Abrí la puerta del auto y me tiré atrás de ella esperando el tiro, en mi cabeza pensaba “me dispara, me dispara”. Gritaba por el retorno al control del canal “me matan, me están apuntando, les juro que me matan, necesito ayuda” llorando como una desesperada. Pensé en mi familia, en que la cámara estaba prendida y tal vez me mandaban al aire. Esa imagen de mi persona con un arma en la cabeza iba a infartar a mi papá, que es el que siempre me mira, ¿cómo había terminado ahí? ¡Fui a trabajar nada más! Y ahora me amenazaban con matarme.

¿Se acuerdan del hombre de 45 años robusto? Señor, le debo la vida. Se paró entre el nene armado y yo. Al grito de “pendejo de mierda rajá de acá” hizo que nos diera tiempo de escaparnos.

Llegué pensando “pobre Leonardo, estaba intentando hacer el bien, laburaba, era policía, 40 años y lo mataron”. Y me fui pensando yo pude ser Leonardo.

Lo cuento porque ayer la misma bandita que mato a él, no me mató a mí. Lo cuento porque estaba laburando y me quisieron disparar. Lo cuento por mi familia, que estaba prendida a una tele rezando, viendo lo que me pasaba. Lo cuento porque lloro recreando las imágenes, pero tuve la suerte de que hoy no me estén llorando ellos a mí”.

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