La histotria del taxista que no le tuvo miedo a Viviani

ExpedientePolítico te cuenta quién lo hizo y por qué el líder de los taxistas se confió en que nadie se enteraría como se le soltó la cadena.

La historia que puso al descubierto el apriete de Omar Viviani a los taxistas para que no trabajen el día del paro general de la CGT, se gestó desde un trabajador indignado con el pope sindical.

Su nombre es Carlos (el nombre completo no lo publicamos para resguardarlo). Este laburante del tacho, muy valiente por cierto, asistió a la asamblea donde se adhería al paro sin movilización de este jueves 6 de abril. Fue como “invitado especial”.

El amigo que le sugirió que asista le ofreció 300 pesos, y con varios sobres de ese monto el compañero Viviani se garantizó concurrencia para colmar el polideportivo del gremio, situado en Boedo.

Fue el miércoles de la semana pasada. Carlos, fan de Macri, aprovechó la oportunidad para grabar desde su celular todo el discurso. En principio lo hizo para dejarlo registrado y contarle a otros colegas de la empresa de radio taxi para la que trabaja la bajada de linea del Secretario Gremial.

Al escuchar la frase “vamos a dar vuelta los autos de los que trabajen”, el menú quedó servido en bandeja.

Expedientepolítico pudo saber también cómo llegó a los medios. Este taxista que le amargó el presente a Viviani es fiel escucha de Ari Paluch. Entonces se comunicó con la producción y le envió el material por Whatsapp.

Paluch lo habría reenviado al canal y por el relanzamiento de A24 se pasó como exclusivo en el segmento de Antonio Laje.

Hay otra historia que conjugó todo para dejar escrachado al líder del sindicato de peones de taxi. Carlos votó a Macri y es ferviente anti kirchnerista. Antes de subirse a un taxi fue encargado de edificio de un lujoso edificio de Avenida Libertador, lindero a donde vivía antes el presidente con Awada.

El día que asumió Macri se dio un gustazo: entró hasta la puerta del departamento y le dio un abrazo al recientemente electo presidente de los argentinos. Solo le pidió una cosa la oído: “Métela presa”.

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