La despedida íntima, y a las apuradas, de Julián Alvarez

“La alternancia es buena en democracia”. El miércoles a la tarde, luego de jurar en el Congreso como nuevo auditor de la Nación, el ex secretario de Justicia Julián Alvárez reunió a sus colaboradores más cercanos (algunos llegaron desde otras dependencias) en el piso 11 del Ministerio de Justicia. Fue un breve discurso de despedida, ante unas cincuenta personas. Muchos se sorprendieron con el anuncio de su renuncia. Los más cercanos ya vislumbraban ese final tras la dura derrota personal en Lanús, y la caída estrepitosa del FpV en la Provincia.

Alvarez intentó tranquilizar a sus funcionarios más cercanos: “No hay que tener bronca por la derrota ni miedo, la red de compañeros es grande”. En esa línea, llamó a “reposicionarse” y a “continuar la lucha desde otros lugares institucionales”.

A tono con el escenario político adverso, especialmente después del cimbronazo del 25 de octubre en Provincia y la magra cosecha nacional del FpV, el camporista instó a los suyos a estar “preparados” para que gobierne “la derecha”, en directa alusión a Mauricio Macri. A la vez, intentó arengar a sus funcionarios, que seguirán hasta el 10 de diciembre en sus funciones. En ese marco, habló de “un grupo que se consolidó” trabajando, y trató de enumerar los “logros” de su gestión, que estaba a punto de cumplir cinco años.

Fue un discurso de apenas veinte minutos en el que intentó transmitir “aplomo y confianza”, según contó uno de los testigos. En la Casa Rosada lo esperaba la presidenta Cristina Kirchner, la autora ideológica de su salto a la Auditoría General junto a Juan Ignacio Forlón.

Al día siguiente, Alvarez llegó al edificio de la Auditoría a tomar posesión de su cargo y de su despacho. Se reunió con los auditores salientes, Oscar Lamberto y Vicente Brusca, y con Vilma Castillo, para acordar el traspaso y los próximos pasos.