La metáfora del “secuestro del peronismo” y el camionero vengador

A partir de dichos de Macri y Dady Brieva se abren muchas otras preguntas incómodas.

-Hola, ¿hablo con el 911?

-Si.

-Quiero denunciar un secuestro…

-Dígame cómo se llama la persona.

-No señor, se trata de un partido político que tiene 70 años.

El ingeniero, siempre meticuloso en sus modales, acusó de tamaño delito a una señora de nombre Cristina, cuya profesión es la de ser política, igual que el denunciante, y hasta con la extraña coincidencia de haber compartido domicilio en Balcarce 50 y en Olivos con la dama las mil y una causas de Comodoro Py.

El discurso político se ha transformado en un rosario de metáforas muchas de ellas exageradas o de mal gusto. Acaso, en otra suerte de calmante retórico de nuestros dolores y contradicciones, podría otro hombre a pie de barbijo preguntarse: ¿Menem también lo hizo, “secuestró el peronismo” en favor de un Neoliberalismo arrollador ?

Cristina mismo utilizó, como presidenta ,una metáfora de dudoso gusto: al anunciar el Fútbol para Todos señaló que se habían “secuestrado los goles”.

El peronismo que hará de la liturgia del próximo 17 de octubre, un juego de red virtual, discute quien maneja realmente el Joystic de la red social. Sus hondas grietas son un espejo del fracaso de la sociedad argentina, donde volviendo a las metáforas lo que parece haber sido secuestrado es una idea de país mas o menos consensuada por al menos una mayoría de sus ciudadanos.

El odio fue la palabra más mencionada en las últimas horas de la mediatización del gran desencuentro nacional. El problema de fondo sigue siendo si la semántica es utilizada como un formato de impacto comunicacional pasajero o se comenzaría a tomar como una verdadera redención social, que haría revertir el rumbo hacia el precipicio antes que sea demasiado tarde.

Hugo Moyano, personaje molesto y polémico, por fuera y dentro del mismo partido “secuestrado”, prometió en su reunión con el presidente Alberto, que intentará visibilizar el bombo y el choripán, aunque sea tocando bocinas dentro de los camiones para demostrar la ley de la calle. Hará un “camionazo” en la misma 9 de julio que osaron pisar clases medias aburridas e indignadas.

Sin ser un teórico como lo fue el filósofo polaco judió, Günther Anders , que veía a la realidad como una construcción prefabricada por la técnica ( su máxima: “lo que no sale en la televisión no existe), el líder camionero ve como algo inocentón esto de cruzar al anti peronismo con los  buenos modales de protocolos pandémicos, en una plaza virtual entrando a una plataforma para no contagiar.

La metáfora del camión, que como un bolo desparrama manifestantes por la 9 de Julio, dicha como un “chiste” por Dady Brieva, despertó indignación por ser ramplona.En un contexto de un show de Midachi no hubiera tenido tamaña repercusión negativa.

Haces algunas horas, de esta guerra por la metáfora más grande del mundo, un periodista la jugó de “inocente” demostrando que en las preguntas mas sencillas pueden encontrarse las complejas profundidades del ser nacional, así como lo veían en los filósofos de la antigüedad.

Ocurrió en la tele, Le preguntaron a un dirigente del PRO, filo peronista, “¿Usted es peronista actualmente?”

Tras segundos de dudar, la respuesta coucheada fue efectiva para la incandescencia de estética del hombre pantalla. “Mi ADN es peronista, pero mi familia es el PRO“.

Una suerte de versiones remixada de aquella genialidad del General: “Mire, en Argentina hay un 30% de radicales, lo que ustedes entienden por liberales; un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas”, le dijo a un periodistas extranjero desde su exilio.

En la genial película El Cartero, el poeta Neruda le dice a su interlocutor

         – Bueno, cuando tú dices que el cielo está llorando. ¿Qué es lo que quieres decir?

         – ¡Qué fácil! Que está lloviendo, dice el cartero.

         – Bueno, eso es una metáfora, concluye Neruda.

El problema de las metáforas de la política argentina es que son oscuras y están condenadas a perderse en el mar de la confusión. O en realidad llamarlas metáforas es una verdadera exageración.