La semana en la que el barco de Alberto se hundió un poco más

Los dichos desafortunados del presidente son una constante sombra de su falta de identidad. El marco electivo no parece darle renovación posible.

Su amigo Lito Nebbia no estará un día para alcanzarle una balsa. Las permanentes resbaladas discursivas del presidente tienen un origen en su personalidad: Alberto es ese profesor sanatero que con buena labia suple una planificación académica de una clase. Nunca le gustó tener un guión.

Hay muchos líderes que basaron su vínculo con el pueblo en base a la espontaneidad y carisma. El carisma no es algo que le sobre a nuestro presidente. Menem, último líder carismático de la democracia, podía equivocarse de discurso o hablar de cohetes a la luna, pero igualmente despertaba una sonrisa indulgente.

Esos vínculos carismáticos fueron frecuentes en los líderes del Siglo XX donde el contacto con las masas era casi directo. Alberto se equivocó de rol y película de época. Bolsonaro, que juega al villano permanente, lo embocó con la comparación del “pajarito” de Maduro, casi un gol para empujarla en la línea.

Desde el arranque al “profesor” le gustó hacer su campaña presidencial en base al carácter intuitivo, contando con una ventaja de coyuntura: un poco mas de la mitad del país quería probar un cambio, hasta con el riesgo, para algunos. de comprar un buzón que viniera adentro con el combo Cristina. Macri lo hizo.

Fue así que un día, contra toda recomendación del grupo que lo secunda, comenzó a dar notas a rolete mostrándose como un argentino más de charlas de café. Hasta habló estando internado desde una habitación de la clínica del sanatorio Otamendi.

Sus bloopers desde entonces son una marca registrada.

Su relación directa con el teléfono de algunos comunicadores, también le ha jugado disgustos especiales. Recuérdese ese episodio con Viviana Canosa que de confidente amigable pasó a ser mal vista, manchando al presidente en una supuesta “apretada” telefónica por no gustarle el cambio de opinión de la conductora sobre su gobierno, mediante mensajitos por la madrugada.

Su relación directa con el teléfono de algunos comunicadores, también le ha jugado disgustos especiales. Recuérdese ese episodio con Viviana Canosa que de confidente amigable pasó a ser mal vista.

Hace no tanto, a lo Mareco, se enlazó en una charla coloquial con su amigo Pepe Mujica por radio 10. El ex mandatario uruguayo cumplía años y Alberto solo quería recibir empatía. El viejo líder le tiró de las orejas por cerrar las exportaciones de carne.

Hay un conformismo criticón de los sectores de la dirigencia opositora que juega a balconear como aquellos viejitos de los Muppets, sin comprender que la sociedad espera algo más de ellos , y que ante cada segundo que cree de credibilidad el presidente sus responsabilidades pasan a ser urgentes.

Para el presidente el escenario electoral pareciera inmodificable. Si pierde el gobierno, pierde mas él , ya que Cristina puede capturar lo que le falte de la administración e inclusive reforzar un imagen Isabelina de Alberto. Si es pareja, la foto seguirá oxidada y si gana , será en base a una lista armada desde el Instituto Patria.

A esta altura es poco lo esperable, de un cambio de raíz, en la interpretación presidencial. Alberto se ha conformado con transitar la presidencia y llegar. Ojo con que ya no haya equivocado otra partitura, y al tema señero de su amigo Lito, lo haya rebautizado: Solo se Trata de Sobrevivir.