Larreta evita quedar pegado en la foto otra vez

A varios dirigentes políticos y economistas servir de colaboradores en tiempos difíciles fue un boleto picado para el olvido. Cómo ser un serivor público sin perder la ola de un nuevo liderazgo.

En la Argentina hay dos tipos de dirigentes: los que ven a corto plazo, llamados “ventajita”, y los que pretender figurar en los libros de historia como generadores de una idea de país. Hay malas noticias en los vientos de una golpeada primavera pos pandémica: los segundos son una especie en extinción y otros ven un gobierno en crisis y antes de dar el paso para colaborar piensan que es como quemarse otra vez con la misma leche.

La historia tiene argumentos, en ese sentido, de lo corto plazista e injusto que resulta la ponderación de las urgencias en la opinión pública con respecto a los tan mentandos acuerdos.

Desde Alfonsín en adelante se viene hablando de una democracia joven con la necesidad de imprimir un diálogo fructífero para solucionar temas de base que arrastra la historia del país rico en recursos naturales pero flaco de ideas.

Veneramos, en aquella Primavera, el Pacto de la Moncloa español, por el cual la España pos franquista dejaba atrás sus fantasmas para encarar una sociedad abierta y moderna. Lo quisimos homologar desde la verba, sin vocación real de los dirigentes, hasta llegar a la foto actual de un Massa marketineando un acuerdo de convivencia. La oposición cierra los oídos en plena campaña.

Veneramos, en aquella Primavera, el Pacto de la Moncloa español, por el cual la España pos franquista dejaba atras sus fantasmas para encarar una sociedad abierta y moderna. Lo quisimos homologar desde la verba, sin vocación real de los dirigentes, hasta llegar a la foto actual de un Massa marketineando un acuerdo de convivencia.

Alfonsín, a su manera y urgido por la crisis, lo intentó con Menem en el famoso y controversial Pacto de Olivos. La cuestión tuvo de arranque mala prensa ya que fue gestada por operadores políticos en las sombras: Coti y Barionuevo, principalmente.

Se acordó una salida digna de Alfonsín, atolondrada por la hiper, empero sus bases estuvieron más orientadas a repatir un esquema de poder y gobernabilidad que a discutir la pobreza. Sería injusto caerles con todo el peso de la crítica a los que pergeneraon la nueva Constitución, que  ensanchó algunos derechos, con la mirada de ya casi 40 años de sistema democrático. A Menem le permitió abrir la reelección y al Padre de la democracia seguir influyendo en el futuro de la política pese a su mala performance económica.

De todas maneras, Alfonsín pagó un costo político alto dentro de su partido por el acuerdismo con el Menemismo y saltó a la creación de la llamada Alianza anti Menem, con Chacho y quien termaría de presidente fallido, Fernando de la Rúa.

De todas maneras, Alfonsín pagó un costo político alto dentro de su partido por el acuerdismo con el Menemismo y saltó a la creación de la llamada Alianza anti Menem, con Chacho y quien termaría de presidente fallido, Fernando de la Rúa.

Otro ejemplo de actor político que intentó ser prenda de unidad y acuerdo fue Lavagna, quien surgió de las cenizas de la crisis del 2001 para ser factotum de la contención y luego recuperación económica, entre Duhalde y Néstor. El economista estrella pagó su paso luego por la política. Quedó muy desdibujado proponiendo una tercera vía dialoguista.

¿Quién es moderado o propone acordar queda manchado en la Argentina agreitada? Pareciera que si. Larreta se mostró muy acuerdista en pleno auge pandémico. Desde las trincheras de la radicalización, de la pata macrista de Juntos, lo fueron empujando a la dureza. Por supuesto que los tiros en los pies permanente de un gobierno y un presidente erráticos fueron decisivos en su giro pensando en su carrera presidencial.

De regreso Macri le marcó la agenda. Larreta señaló “no vemos ninguna vocación real de diálogo” freezando una propuesta de Massa, que siete días atras había celebrado.

Horacio sostiene en la intimidad que ese acuerdo llegará a través de su figura una vez que llegue a la Casa Rosada, es decir de no expotar todo antes, en dos años: una eternidad. Se lo imagina con un kirchnerismo en retirada y acordando con un peronismo ortodoxo.

En la oposición todo parece estar servido en bandeja para ampliar la ventaja electoral conseguida en las PASO. Sin embargo, los globos de la felicidad se acotan con solo meditar el país real tras el 14 de noviembre. Grandeza es la palabra clave que habría que seguir buceando.