Las 26 horas más locas de Víctor Stinfale tras la muerte de su amigo Maradona

El abogado y empresario volvió al epicentro del mundo Maradona por pedido de la familia. Estuvo en la logistica de todas las últimas desicioones cuando el astro ya se estaba muriendo de tirsteza.

El abogado y empresario Víctor Stinfale nunca olvidará el 25 de noviembre último a las 12, cuando supo a través de un llamado que su amigo estaba muerto. La voz en el teléfono era un hombre de su confianza, de seguridad, que le narraba como podía que el paciente no respondía a las acciones de reanimación que hacía largos minutos un vecino médico le estaban practicando.

Inmediatamente se trasladó a Tigre para ver el cuadro con sus propios ojos. Estaba Maradona en la cama y el equipo médico y la ambulancia que había llegado. La escena inalterable y la necesidad de actuar rápido para que no sobrevolaran fantasmas de otras muertes en countrys, como el de María Marta García Belsunce.

El cuerpo de Maradona presentaba una semblanza natural, pero de su boca salía espuma por el edema pulmonar. Al costado de la cama había frascos de los 15 medicamentos que le suministraban a diario, entre tranquilizantes para dormir y remedios coronarios. La última noche habría sido movida. Le costaba mucho dormirse. A las 6 con el primer enfermero discutió, a las 7:30 la enfermera de recambio escuchó que fue al baño para orinar y a las 9:45 se negó a ser atendido y siguió durmiendo. Fue la última imagen vivo.

Comenzaron las 26 horas más locas y agitadas de su vida. Ni con los asaltantes de blindados más tristemente célebres que defendió en el arranque de su exitosa carrera había sentido estar en tamaña montaña rusa.

Claudia Villafañe le pidió que se hiciera cargo de toda la logística desde que Maradona se tuvo que operar el hematoma subdural. La ex del astro y sus hijas ordenaron que se apartara de toda decisión al abogado, ex socio de Stinfale, Matías Morla. Nunca confiaron en él y le adjudicaron siempre responsabilidad en el nuevo cerco que tenía Maradona y un manejo oscuro de los negocios.

Lo primero que hizo Stinfale fue poner en caja al repentino médico que apareció, vía Morla, en la vida del ex capitán de la Selección. A Leopoldo Luque le pidió que se bajara de la moto y hablara lo menos posible, una vez que terminara la intervención quirúrgica, que la terminaron haciendo otros profesionales más confiables.

Después vino el debate de cómo convencer a Diego de permanecer internado en la Clínica. El paciente mostró toda su ira en cuando se sintió un poco mejor y exigió el alta médica. De todas esas desiciones Morla quedó afuera.

Claudia y las chicas, sobre todo Dalma, tomaron el bastón de mando. A Stinfale le pidieron algo desde el arranque: Morla y Rocío debía quedar afuera de la vista de Maradona.

En una de las últimas conversaciones que tuvo Maradona con Stinfale, pareció un escena editada por Netflix. “Me queda poco Víctor...”, le dijo una frase que hoy adquiere el peso de un destino final madurado. Para muchos Maradona murió de tristeza sumado a sus problemas de salud pre existentes.

Tras un cumpleaños número 60 que pasó casi sin estridencias, Maradona se sentía sin objetivos de vida claros a la vista. Hizo a desgano un zoom con el plantel del Lobo sin saber a ciencias ciertas si algún día volvería a dirigir. Pedía una y otra vez ver a Rocío, que luego se le prohibiría la entrada al velatorio en la Rosada.

Stinfale y Burlando fueron nexos entre funcionarios del gobierno y la familia. Las ofertas de escenarios para velar al ídolo fueron: la Casa de Gobierno, la cancha de Boca y el Luna Park. Finalmente optaron por la Rosada.

Sobrevino la pregunta : ¿Cuántas horas se lo velaría y cómo se contendría a la multitud?  Al comienzo, la familia fue inflexible. Pocas horas, hasta las 16. Se le hizo al cuerpo de Maradona un procedimiento para que el cadáver resistiera esas horas de preservación. El gobierno insistió para que durara dos días. Stinfale le dio la palabra final al vocero Juan Pablo Biondi: solo duraría hasta media tarde.

Con esa controversia, comenzó el periplo. La primer lectura de la complejidad que tuvo la gran movilización popular fue un segmento de su componente social: barras bravas mas capas marginales de villas de emergencias. Di Zeo se hizo presente con parte de la 12 exigiendo entrar. Ameal llamó a un funcionario, mientras que Stinfale aconsejó dejarlo ingresar par evitar males mayores ya que ruidosos petardos resonaban en las afueras de la sede gubernamental. Rocío no tuvo la misma suerte.

El empresario de la bebida energizante no perdió vista del cajón donde se veló a Maradona. Midió de cerca el contraste de poder en el binomio: cuando ingresó a la sala, a Cristina la acompañó una guardia pretoriana muy superior a la que acompañó al presidente.

15 minutos después que se retirara Cristina, comenzó la primera ola caótica. Las vallas de Plaza de Mayo vencieron ante la presión de la multitud. Gases lacrimógenos, corridas e incidentes que se replicaron en el interior del velatorio. Stinfale junto con Burlado agarraron las manijas del cajón y ayudaron a su traslado. Al amigo de Maradona le pareció un detalle importante también rescatar la Copa del Mundo del 86 que adornaba la ceremonia.

Pasaron al Salón de los Patriotas, volviendo a cierta normalidad por unos minutos. Familia e íntimos nada mas otra vez a cajón abierto para darle el último adiós.

Unas 200 personas ingresaron a la fuerza al Patio de las Palmeras y al Salón de los Bustos, poniendo en riesgo la seguridad presidencial y a la familia del deudo. No se pudo seguir hasta las 19 como pretendía el gobierno.

Víctor estuvo también cerca del acuerdo por el traslado del cuerpo al cementerio de Villa Martelli. Berni quería que se hiciera en helicóptero para prolongar el velatorio y por considerarlo más seguro. También era el deseo de la familia a la mañana. Sin embargo, como adelantamos, se definió que no dejarle ver la caravana a la multitud, hubiera sido más problemático por los incidentes.

Fueron sus 26 horas más largas de su vida. La frase de “me queda poco Víctor…”, sigue retumbando en sueños demorados.