Las oficinas de Alberto: escritorios provisorios, seguridad y vecinos chinos

El búnker reemplaza a las oficinas de la calle México solo hasta el 10 de diciembre.

Las oficinas de Alberto Fernández son lo más parecido a un mercado persa. Un desfile de personajes entran y salen por la puerta que da a la calle Encarnación Ezcurra, en pleno Puerto Madero.

Algunos de ellos son bien conocidos. Otros no. Una guardia periodística espera la llegada de algún “famoso” y cada tanto corren con cámaras y micrófonos para conseguir una declaración.

Una gran recepción con personal de seguridad es el primer filtro del bunker “albertista”. Ahí, los que quieran hablar con Alberto o con algún otro miembro del equipo deberán anunciarse y dejar sus datos. Luego el guardia llama a un interno y si le dan el ok, el invitado podrá subir. De lo contrario deberá esperar y si tiene suerte, alguien bajará a tomar el mensaje.

Desde un hombre que asegura tener un proyecto para salvar animales abandonados, hasta el intendente del distrito más grande del conurbano, pasando por un empresario alimenticio o por un periodista desesperado por un dato para la nota del día siguiente. Todos son bienvenidos. Algunos más. Otros menos.

En el piso 7 están los anfitriones. Máximo Kirchner, Santiago Cafiero y Juan Pablo Biondi. Las jornadas de 14 horas se llena de reuniones con gente que viene más a pedir que a ofrecer.

Las oficinas se dividen en dos sectores bien delimitados por el pasillo que se conecta con los ascensores. En ambos lados hay escritorios provisorios y mucho movimiento. La mayoría de las oficinas son itinerantes. 

El acceso a la oficina de Alberto Fernández es el más codiciado, pero también el más difícil. Los que quieran ver al próximo presidente, deberán esperar. La lista es larga.

El resto de los pisos del edificio son ocupados por empresas privadas. En el piso 8 hay una empresa china y es incesante el movimiento de empleados de nacionalidad china en los ascensores.