Los cierres consolidaron estilos diferentes entre Macri y Alberto

Macri jugó con un discurso evangelizador, creer que se puede pese la adversidad. Alberto fue el candidato de la denuncia contra el ajuste.

Perdón, súplica y fe: todos esos componentes religiosos tuvo el discurso del presidente Macri, un gran motivador emocional de una campaña carente de ideas.

La mística del milagro, que sería darlo vuelta, tuvo un acto de cierre imponente en Córdoba. “El gato no se quiere ir nunca de aquí”, comentó en su stand up de energía.

A eso le agregó condimentos ideológicos como República vs Dictadura. La hipérbole fue efectiva, durante toda la campaña, para aglutinar la propia tropa y poner en el freezer el debate económico.

Por momentos, su personaje captó tics de un Mateyco mezclado con el Pastor Giménez. “Si Se Puede”, repitió hasta el hartazgo como una calecita, con un público siempre dispuesto a  escuchar los grandes éxitos y a manotear la sortija de la esperanza.

El cierre fue en el mismo lugar que partió la idea de crear Cambiemos, una provincia anti k que con el gobernador Schiaretti garantizó cierta neutralidad ante la ola de unidad peronista.

Macri tuvo en Pichetto un segundo a su medida. Le aportó un buqué áspero y con cuerpo marcial. Bautizado por la izquierda como “Micky Vainilla”, fue un alumno aplicado al mensaje anti chavista y anti Cristinista que cruzó toda la campaña de El Gato.

Las 30 marchas multitudinarias, sobre todo la de Avenida 9 de Julio, envalentonaron a Macri para jugar un pleno a la segunda vuelta, milagro que hasta bendijo un pastor evangelista.

Del lado del favorito de las encuestas y ganador de las PASO, estuvo Alberto, el fan de Lito Nebia que ofició como cantante de protesta contra el ajuste de Macri.

En la rambla de Mar del Plata, Alberto contrastó sus promesas con la voracidad de los Bancos e improvisó un paso de animador en la ciudad feliz….

Prometió plata en los bolsillos agujereados de los argentinos. Tras el triunfo del 11 de agosto,  Alberto pasó a ser un gobernante embargado.

Se le exigieron gestos y medidas como si ya estuviera en el ejercicio de poder y eso fue desconcertante para administración las expectativas ciudadanas.

Incurrió en algunos errores y su humor tuvo momentos de enojo, sobre todo en algunos encuentros con la prensa. Nada grave, si cuestiones que proyectaron especulaciones sobre el futuro esquema de gobierno. ¿Se Cristinizó?, fue la pregunta de analistas.

La épica discursiva de Cristina tuvo cuotas espaciadas, desde sus problemas personales a atender hasta un cálculo de cuidar la imagen de autonomía del candidato.

Pese a esos avatares y especulaciones, Alberto bosquejó gestión, equipos y vendió futuro, ante una foto dramática de endeudamiento, recesión e inflación.