“El gobierno inglés construyó un Muro más grande que el de Trump por Malvinas”

Así lo dijo Martín Balza. Acusó al estado argentino de no tener una política coherente para recuperar la soberanía. Afirmó que los kelpers no deben ser parte en la negociación.

Para el general Martín Balza, la guerra de 1982, poniendo a resguardo los legítimos y justos reclamos de soberanía, fue “una aventura dirigida por manos bastardas” que contribuyó al “desbarrancamiento” definitivo de la dictadura militar y al advenimiento de la democracia.

En un extenso diálogo con ExpedientePolitico, el ex jefe del Ejército tuvo una mirada abarcadora, en la que incluyó la faceta pacificadora y negociadora del papa Francisco, los intereses estratégicos de Estados Unidos y Gran Bretaña en su avance hacia “las joyas de materias primas” en la región Antártica.

Utilizó duros conceptos para Galtieri, Anaya, Lami Dozo, Bignone y Nicolaides: entre otros motivos,  por ser “ineptos” y dar un trato “humillante” a los combatientes que después de luchar contra los ingleses fueron ignorados en su regreso al continente.

No eludió temas políticos. Cuestionó la participación de las fuerzas armadas entre 1955 y 1983, en golpes cívico-militares, pero afirmó que “las chirinadas” concluyeron el 3 de diciembre de 1990, cuando fusil en mano sofocó un levantamiento carapintada encabezado por Mohamed Alí Seineldín.

Llamó a la unidad de los argentinos y a respetar los veredictos democráticos. Pidió una gestión diplomática seria como la que tuvo el radical Arturo Illia, en 1965. Y se mostró confiado en que se recuperará el archipiélago. “No lo veré yo, ni mis hijos, ni mis nietos”, advirtió.

Autor de libros como “Malvinas, gesta e incompetencia” y “Bitácora de un soldado (mis memorias de Perón a Kirchner)”, un activo Balza (tiene 82 años y nada casi todos los días), reprochó, parafraseando a Napoleón”, la “bajeza” de algunos militares que destruyeron documentación de la lucha contra la subversión, antes de entregarle el poder al radical Raul Alfonsín.

Esta es la entrevista completa

A 35 años de la guerra de Malvinas, habiendo usted participado como jefe de un grupo de artillería y que incluso fue tomado prisionero durante un mes por los ingleses, ¿qué enseñanzas quedó para las nuevas generaciones argentinas?

Enseñó que debe haber un ejército profesional, que nunca más debe alejarse de sus funciones específicas, con fuerzas armadas respetuosas incondicionalmente de las instituciones de la República. Desde 1955, fecha en la que me recibí, hasta la guerra de las Malvinas, las fuerzas armadas actuaron en política y del 60 en adelante empezaron a hablar de guerra ideológica. Tengo grabada una frase de mi amigo John Fuller (poeta y escritor inglés): las guerras ideológicas son verdaderos disparates. No sólo las ideas son impermeables a los proyectiles, sino que invariablemente mientras más santa es la causa, más demoníaco es el fin.

¿Es decir, usted habla de motivos más profundos que derivaron en la dictadura del 76 y la guerra de Malvinas?

Sí. Primero, las fuerzas armadas se ocuparon del “enemigo interno”. Sucedió en el 62, con (Arturo) Frondizi y 66 con (Arturo) Illia, hasta llegar al 76 que desembocó en Malvinas, una causa nacional sostenida por nuestra Constitución, por razones históricas, geográficas y jurídicas. Fue una causa justa, en manos bastardas. Costó mucha sangre y en gran parte contribuyó al advenimiento de la democracia y nos permitió mejorarnos profesionalmente y capitalizar las enseñanzas con una reforma sustancial en la década del 90.

A propósito, ¿el conflicto atrasó la recuperación de la soberanía sobre las islas y solo fue un intento de la dictadura para mantenerse en un poder ya licuado?

Efectivamente, era una alicaída dictadura y ese intento de recuperar algo incuestionablemente nuestro, perseguía mantenerse en el gobierno. Pero no fue más que un notable error de apreciación militar y diplomático por parte de un inepto gobierno cívico-militar, que ya se desbarrancaba en forma inevitable.

El informe Rattenbach estableció responsabilidades ¿Fue suficiente?

 Declaré ante esa comisión presidida por Benjamín Rattenbach y Sánchez de Bustamante. Hizo un trabajo excepcional, medular, que además de las críticas a la conducción estratégica de la guerra, señaló que hubo unidades tácticas de tropas en el combate (no todas) que estuvieron conducidas con valor y eficacia.

¿Está conforme con las sanciones?

Rattenbach no las aplicó, solo elevó su informe al Consejo Supremo de las fuerzas armadas, que era el órgano jurisdiccional. Después de una primera condena, y tras la apelación, la Cámara Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal unificó las penas: 12 años de reclusión para Galtieri, Anaya y Lami Dozo, más destitución y baja. Pero ahí viene lo curioso. Hay una nueva apelación ante la Corte Suprema de Justicia, y antes de que este tribunal se expida, los tres son alcanzados por el indulto del presidente Carlos Menem.

¿Por consiguiente….

…por consiguiente ni Galtieri, ni Anaya,ni el brigadier Lami Dozo, fueron destituidos. Los tres murieron con honores militares. Respeto al general Brinzoni, pero en el 2002, despidió los restos de Galtieri, en la Chacarita, elogiándolo como “un soldado ejemplar”. Es algo que no comparto. Es más, disiento: el indulto de Menem no borra el delito de Galtieri, Anaya y Lami Dozo. Fue una aventura que nos llevó a una guerra, algo que ellos nunca conocieron.

¿No le resultó vergonzoso el trato que se le dio a los soldados cuando prácticamente escondidos, se los hizo regresar al continente, tras la derrota?

Es muy benigno con la calificación. Permanecí prisionero en las islas con aproximadamente 400 oficiales, unos pocos suboficiales y 10 a 15 soldados que no pudieron embarcar. Primero en un barracón de San Carlos y luego en un bunker. Luego, cumplidas las normas de la Convención de Ginebra, regresamos a Puerto Madryn. La historia universal es prodiga en calurosas acogidas. Lo hicieron los romanos con sus tropas derrotadas. El recibimiento que nos dieron fue ignoto, formal, distante, rígido, ingrato, humillante. Lo viví y lo sufrí y no lo voy a olvidar nunca. El alto mando de entonces era incompetente, no conducía nada y nos despreciaron como combatientes probados y aprobados.

¿Se está refiriendo….

… al general (Cristino) Nicolaides, el general (Reynaldo) Bignone, entonces presidente. Estos generales y otros, le ordenaron a Edgardo Calvi, antes de entregarle el gobierno a Raúl Alfonsín, destruir toda la documentación de la lucha contra la subversión. Ya lo dijo Napoleón: “hay algo más intolerante que los reveses de la fortuna ¿Saben qué es? La bajeza. La repugnante ingratitud del hombre”. Y eso es lo que demostraron esos generales, con las excepciones del caso.

En el 83 llegan los gobiernos democráticos ¿Cómo actuaron, desmalvinizaron el conflicto?

El proceso de desmalvinización comenzó en la dictadura militar. Continuó en el período radical, no por Alfonsín ni por algunos miembros de su gobierno, como (Rodolfo) Terragno. Se trataba de una difícil transición, en la que costaba mucho separar la gesta emocional de Malvinas, de Galtieri y la dictadura. Fue una década ingrata.

¿Se revirtió luego?

El reconocimiento del Congreso recién pudo concretarse en 1991, tras una gestión del entonces diputado Lorenzo Pepe. Menem hizo construir un cenotafio en reconocimiento a los muertos, en 1992. Pero, antes hubo homenajes en varias capitales de provincia. En 1988, inauguré un imponente monumento en Neuquén. Y también hubo un reconocimiento a los veteranos, a los que se les incrementó el monto de la pensión.

¿Usted fue comandante en jefe del Ejército con Menem, cuando se estableció una política de seducción con los ingleses y los kelpers?

Efectivamente. Con Alfonsín, no hubo relaciones desde el punto de vista diplomático. Se recompusieron con Menem, para mí sin resultados. Con De la Rúa, no hubo nada. Y con Kirchner, hubo manejos agresivos hacia los isleños que tampoco arrojaron nada positivo. Los acuerdos económicos de Menem con el Reino Unido, poniendo el paraguas sobre la soberanía, terminó beneficiando a los ingleses, con permisos de pesca y zonas exclusivas para los isleños.

¿Cuál es la situación hoy?

Dejando de lado lo que hemos hablado y lo emotivo, el tema es mucho más amplio. Estados Unidos tiene una red de bases en el mundo. Hay un triángulo, la isla Ascensión, en el Atlántico, aproximadamente a la altura de la desembocadura del río Amazonas. De allí, hacia abajo el Atlántico Sur. En el Océano  Índico, la isla Diego García, cuyos pobladores fueron echados por los ingleses. El vértice del sur es Malvinas. Con estas tres islas, Estados Unidos y el Reino Unido, tienen el control de todo el Atlántico Sur y se proyectan a la Antártida. Es lo que hay que tener en cuenta. Malvinas no es una fortaleza, sino una base importante, porque habilita al acceso de materias primas, existentes no sólo en el Atlántico Sur sino en el continente Antártico. Es vital para el futuro, el control mundial de esos puntos estratégicos.

¿Qué debería hacer la Argentina?

Por lo menos tener un canciller del nivel del diplomático de José María Ruda, quien en 1964, con su alegato ante el Comité de Descolonización, sentó las bases sentó las bases para la resolución 2065 (de diciembre de 1965) que instaba a las partes a negociar. Ruda fue mandado por Illia. Otro canciller de gran actuación fue Juan Atilio Bramuglia, en 1951

El cuadro parece ser otro. Hubo enredos y marchas y contramarchas luego de la reunión entre el presidente Macri y la premier Theresa May. Y un nuevo compromiso económico, obviando concretamente el tema de la soberanía ¿Cómo lo ve?

Hay que negociar con el Reino Unido. He escuchado decir a algunos funcionarios que quieren hablar con Inglaterra, que no tiene canciller ni primer ministro. Lo tiene el Reino Unido, conformado por Inglaterra, Galés y Escocia. Soy sólo un militar retirado que apela a la resolución 2065, que insta a negociar a través del diálogo, a lo que exhorta también Estados Unidos.

¿Observa entonces…

Qué los británicos tienen coherencia y nosotros no la hemos tenido sobre la cuestión nacional de Malvinas, que es de Estado y un sentimiento. Cambia el gobierno y cambia la política y eso le viene muy bien a los británicos. Ellos dicen que la cuestión de Malvinas para la Argentina es cuestión del gobierno de turno. Tenemos que hacerles ver que no es así. No creo que Theresa May, que es muy hábil, haya hablado de soberanía. Siempre dirá lo mismo: estamos dispuestos a dialogar, pero la última palabra la tienen los isleños, que son 1700…si ellos quieren…May pone un muro, más grande que el que quiere poner Trump en la frontera con México ¿Sabe lo que dijo Barry Elsby?

No

Elsby, galés, isleño de origen, presidente del consejo Legislativo, señaló que las Malvinas no son ni argentinas ni británicas. Coherente con lo que sostiene May. Aprecia que hay que sentarse a dialogar, con el agregado de que harán lo que quieren los isleños, quienes tienen la última palabra. Y ellos siempre querrán seguir siendo ingleses, ya que son ciudadanos británicos.

¿Pero para usted los kelpers no deberían sentarse en la mesa de las negociaciones?

Bajo ningún punto de vista. Sería una claudicación total por parte de la Argentina. Solo hay dos partes: Argentina y el Reino Unido. Los kelpers ya le solicitaron al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, poder sentarse como tercera parte y sus buenos oficios para que el comité de Descolonización respete el derecho de los pueblos a su autodeterminación ¡No lo hay en el caso de Malvina! Ya lo dijo la ONU. Es una población trasplantada, no es un pueblo aborigen ni autóctono. Hace dos años hubo un referéndum tautológico. Se le preguntaba a los ingleses si querían ser ingleses o argentinos. Es una tontería. Hay que rogar para que aparezca un Ruda, que negocie y dialogue en forma seria, respetuosa, concreta. Los acuerdos económicos que se firmaron son de interés de Gran Bretaña. No tenemos que bajar la voz. La Constitución dice que hay que respetar los intereses y la forma de vida de los isleños, no sus deseos. Odio la guerra porqué la he conocido. Hay que insistir en el diálogo. No desde una posición belicista. Por el contrario, hay que buscar la paz.

¿Puede influir el papa Francisco?

No tengo respuesta (vacila por un instante). Pero hace gestiones por la paz en todo el mundo. La guerra no es obra de Dios. Fue un disparate de la inepta e incompetente junta militar de un proceso de golpe cívico-militar. El Papa no va a meter a El Vaticano en la disputa en sí. Pero siendo arzobispo, Jorge Bergoglio, se mostró dispuesto a facilitar las negociaciones de paz. La de 1833 fue una usurpación. Fue la tercera invasión inglesa, después de 1806 y 1807. La posición del Reino Unido es irreductible. La guerra lo favoreció y levantó el alicaído prestigio de Margaret Thatcher.

¿Estamos más lejos o más cerca de que las Malvinas vuelvan a la Argentina?

Es una aspiración. No lo voy a ver yo, ni mis hijos, ni mis nietos. Necesitamos un pueblo unido. Respetarnos entre nosotros. No como ahora, que se insulta al Presidente. Hay que consensuar, aceptar los disensos. Hay que construir un espíritu de diálogo. Cuando logremos que la Patagonia tenga 4 millones de habitantes, o se desarrolle el litoral, estaremos compartiendo causas nacionales, por encima de las ideologías. Recién entonces podremos sentarnos a negociar con cierta fuerza. Tengo mi posición, pero no avanzaremos mientras nos mostremos desunidos e insultándonos. Esto le incumbe a toda la sociedad. En la democracia, se cuentan los votos, el que tiene más gana, y si no es de mi partido, hay que respetarlo. La oposición, es la alternativa al oficialismo. A nadie le conviene el fracaso de un gobierno. Sería el fracaso de todos los argentinos, recibir un país ingobernable.

¿Usted plantea un frente interno fuerte para plantarse ante Gran Bretaña?

Eso. No solo de un partido. Superada la dictadura, tenemos disensos en algunas cuestiones, pero hay ciertas cuestiones nacionales que deberíamos acordar. Ahí nos van a tener en cuenta cuando reclamemos la soberanía de Malvinas. Hasta los isleños se verán beneficiados si es que maduramos como Nación. Nunca más habrá un golpe de Estado. El punto de inflexión fue el 3 de diciembre de 1990 (aplastamiento del alzamiento de los carapintadas de Seineldín). Del 90 se terminaron esas chirinadas, esos desencuentros. Ya a ningún político se le va a ocurrir golpear la puerta de los cuarteles.

Recuerda al coronel Seineldín ¿Fue instigado a levantarse?

Atrás hubo políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas que colaboraron. Y el que después estuvo 11 años y medio preso fue Seineldín, y todos los que lo habían apoyado se borraron.

No habrá acto recordatorio este 2 de abril ¿Es otro signo de desmalvinización?

A mí nadie me invitó a ningún acto. Malvinas en una razón de Estado. Me sigo juntando con soldados litoraleños (de más de 50 años que hoy son jueces, políticos, ingenieros, médicos), que fueron echados por Bignone y Nicolaides. Son señores soldados que fueron a la guerra con 18 y 19 años. El tema no es la edad, sino el adiestramiento. Jeremy Moore, en un encuentro, me refirió una vez que en el desembarco habían chocado con tropas aguerridas que le habían provocado muchas bajas. Sus subordinados me habían hecho fama de “mufa”, porque consideraban que mi presencia y la de mi artillería hacia estragos con su fuego. Cuando nos vimos en un aeropuerto le comenté a Moore: “me alegra que no le haya pasado nada, sino no estaríamos tomando este té”.

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