Papá, cuéntame otra vez lo del 76

La difícil tarea de resignificar una fecha negra de la historia , en medio de una democracia machucada.

A las 0:40 del 24 de Marzo de 1976, la ex presidenta constitucional Isabel Perón fue destituida por un golpe cívico militar. La imagen que siempre me quedó, en aquella infancia de figuritas y Pilusos, era de un chico de 9 años, sonriendo por la algarabía de mis viejos que abanderados en un balcón de clase media, gritaban vivas ( las cacerolas aun no estaban diplomadas) por la liberación del desgobierno de la “Peroncha”. En un juego numérico, uno que nació en el 67 se da cuenta que al revés, como vivimos esa época, da 76. Dato inútil, como tantos, pero que a uno lo obsesionan como una suerte de laberinto borgeano.

La adolescencia, con el reverdecer del 83, me hizo revisar esa historia con ritmos acelerados, como un dogma militante recitamos el Preámbulo con Alfonsín y nos juramos un Nuca Mas de militares genocidas. Sin embargo la agenda de los derechos humanos se anquilosó como el caballo blanco de San Martin, sin ampliar una visión integradora a toda la sociedad de la resignificación de que es ser derecho y humano. Los 24 pasaron a ser un nicho de protesta de sectores de organismos como las Madres de Plaza de Mayo o , en el actual contexto, una oportunidad para dirimir internas partidarias.

¿Qué nos pasó a esas generación, que lo mas cerca que estuvo de una revolución fue entonar una canción de Silvio Rodríguez o participar en marchas cívicas para defender la democracia de los carapintadas,? La “Casa esta en Orden” fue el bautismo de fuego que barrió la inocencia de que con la democracia se come , se educa… como un acto natural. La Plaza también dejó de ser una expresión de unidad de valores básicos, de una democracia que está marchita, sin flores de primavera en el horizonte de los pibes de hoy que piensan en Ezeiza.

Aquellos hijos de la dictadura seguimos interpelando a nuestros viejos sobre sus silencios o complicidades. Previo a los 80 , existía un consenso generalizado sobre qué los militares habían intentado terminar con la anarquía reinante,  y la violencia de jóvenes idealistas. Hoy eso , sin militares en el horizonte, se traduce  ese desencanto en el carácter permanente que tenemos de buscar “salvadores”, dejándonos deslumbrar con el primer espejito de colores que aparece frente a las caras repetidas. El odio busca canalizar la bronca en odiadores.

La teoría  de los dos Demonios ‘siempre tuvo una pata renga, por esto del que cruza la linea de lo razonable pasas a ser verdugo de sus demonios. No hay retorno ni posibilidad e matices cuando se revisan vuelos de la muerte , desaparecidos o bebes robados, en 6 años hasta la derrota de Malvinas . Esos horrores sumados a que no metieron en una gigantesca deuda externa no tiene parangón.

La perspectiva renovadora sería preguntarnos que estamos haciendo con esta democracia.

Vivimos una niñez de engaños donde los hombres de la bolsa viajaban en Ford Falcon verdes. Una vez, en una tarde de juegos, llego a mí oído que a un vecino del varios pisos de arriba de donde vivíamos,  lo vinieron a buscar , porque andaba en “cosas raras”. Tengo de él un vago recuerdo y nunca supe si pudo sobrevivir o forma parte de la lista de desaparecidos.

Ahora mi hijo de 10 me hace las preguntas: Papá, ¿ qué  hicieron los militares?  Hay una repuesta de manual , de esas que termina siendo estudiadas de memoria, inservibles en el tiempo . Otra más cercana a que haya un minuto de atención en los viejos derrotado. “Lo que hicieron los militares y civiles cómplices,  fue anular parámetros básicos de  humanidad”. La perspectiva renovadora sería preguntarnos que estamos haciendo con esta democracia aquí y ahora.

Organismos de Derechos Humanos politizados y cruzados por la interna peronista , saldrán a las calles otro 24, ya sin poder pedir Juicio y Castigo a los genocidas como bandera. Esa misión, con todos los grises en el medio y genuflexiones, tuvo un epilogo de justicia determinante en el Juicio a las Junta militar.

Cuando Néstor hizo desmostar el cuadro de Videla fue un acto de justicia pero a la vez de demagogia. En ese gesto de centralidad democrática se olvidó de hacer participe a Raúl Ricardo Alfonsín. Una gran injusticia. Como si la historia hubiera sido fundacional desde ese momento y no en la problemática transición del 83.

Resignificar la democracia herida resulta quizás más  importante para la conformación ciudadana , que gritar consignas gastadas . Apostar consensos , al precio de seguir equivocados , votando lo incorrecto , desilusionados por las promesas vanas  o los traidores del momento , da siempre un  tiempo de revancha . Lo otro es anular todo el pensamiento critico, dando un cheque en blanco a los tiranos de turno, con o sin gorra.

Horacio Caride