Rusia suspendido en el Mundial de Qatar, la otra Guerra absurda

Occidente contestó a la invasión rusa con un bloqueo económico pero también cultural. ¿Es justo dejar sin un Mundial a rusos o a otros ciudadanos sin películas soviéticas?

A través de la FIFA, el mundo occidental anunció que Rusia está suspendida del Mundial Qatar, que se disputará en noviembre de este año. No fue lo único que se bloqueó al país gobernado por Putin: el combo de medidas contra el régimen soviético incluye quitar contenidos de películas en plataformas pro occidentales.

¿Son medidas lógicas para parar a un loco o es también castigar también a miles de rusos que no están de acuerdo con Putin?

Ser tolerantes y democráticos es una ardua tarea diaria. Desde la base, de rol de ciudadano común, hasta el que tiene la manija del gobierno, seguramente con muchas más tentaciones al alcance para excederse.

Sobre el deporte la hipocresía es reluciente. Un negocio que mueve fortunas tiene un barómetro moral demasiado flexible. Sin ir tan lejos, cabría preguntarse si debió disputarse la Copa del Mundo 1978, en pleno régimen militar argentino mientras seguía desapareciendo gente. Gritamos los goles de Kempes y la hombría de Jacinto Luque, sin  hacernos esas preguntas cada uno con su responsabilidad de nivel de información correspondientes según edades y roles de época.

Qatar excluiría a Rusia pero no se planteó nunca desde organismos que investigaron el FIFA Gate que la elección de este paraíso árabe como sede del Mundial quedó manchado de sospechas de corrupción.

Cómo así tampoco tuvo reparos el mundo civilizado de jugar el Mundial de Rusia, cuando sobraban argumentos sobre el perfil autócrata de Putin que por ejemplo perseguir a opositores y homosexuales. En los festejos de aquel Mundial que ganó Francia, las fotos con el líder ruso no incomodaban.

 

Para ir a Europa, hoy centro de las miradas de una virtual Tercera Guerra Mundial, en 1936 con el Tercer Reich se disputaron los XI  Juegos Olímpicos. EE.UU. amagó con sabotearlos pero finalmente sus atletas participaron. A tal punto que fue un amargor para el Fuhrer comprobar la excelencia del atleta afroamericano,  el mejor de la historia, Jesse Owens, el hombre récord de Berlín 1936.

Si proyectamos una guerra larga en Ucrania, esperando equivocarnos, la pelota en Qatar rodará como en España lo hizo mientras nuestro chicos de la guerra se batían contra el invasor inglés. Los de Menotti vivenciaron la guerra de Malvinas con mayor lejanía que aquellos, como dijo Charly, que clamaban “no bombardeen Buenos Aires”.

En definitiva, ¿Por qué hacer de la guerra un objeto de batalla cultural? Hasta desde un punto de vista pragmático intentarlo, en este paradigma de redes abiertas, es tan imposible como contraproducente. Escenarios como el del Mundial de Qatar, por el contrario, podría ser una oportunidad de enviar un mensaje pacificador de los deportistas admirados por hinchas planetarios.

Horacio Caride