Diego Sehinkman: “Hay temor a que se pueda volver a hechos traumáticos como los del 2001”

Diego Sehinkman, psicoanalista y periodista de La Nación, apunta a males endémicos de los argentinos: impaciencia, megalomanía y  melancolía.

Tiene una mirada crítica, innovadora y psicoanalítica que desliza desde sus artículos escritos y programas radiales y televisivos ¿Qué le pasa a la Argentina? ¿Tiene cura? ¿Cuáles son hoy los desafíos para perdurar en el tiempo del presidente Mauricio Macri, quien en su criterio fue “una herramienta usada para clausurar al kirchnerismo”?

Diego Sehinkman, autor del libro “Políticos al diván”, asegura que los argentinos viven en el “border”, con personalidades débiles, que pasan de la megalomanía a la melancolía. Y que hacen un culto del hiperpresidencialismo, aunque a la hora de reclamarle al Ejecutivo, quieren todo de inmediato y no están, por falta de confianza,  dispuestos a esperar al mediano o largo plazo, como si harían para invertir en el “pozo” para comprar un departamento. La siguiente es la entrevista que le concedió a ExpedientePolitico.

Hiciste pasar por el diván a los más importantes personajes de la vida pública argentina. ¿Cuál es tú diagnóstico?

Hay diagnósticos posibles. Hay un trastorno límite de la personalidad de la Argentina. Está en el border. Los juicios y las personalidades débiles, obligan a construir un carácter que las identifiquen con otras. Y hay deslizamientos. La Argentina de los 90, fue pro norteamericana. No tenía que ver con el resto de Latinoamérica. Viajaba a Cancún y recibía la medicación que le daba el psiquiatra de turno, (Domingo) Cavallo, con la receta de un peso, un dólar.

…Y eso…

Generó una ilusión de identidad del Primer Mundo. Y cuando eso se termina, viene una gran crisis, que es profunda y hay que rearmar otra identidad, en este caso Latinoaméricana, anclada en los años 70. Es decir, una vez agotado el modelo menemista, pasamos a la megalomanía del 2010, con los festejos del Bicentenario, simbolizado en el acto de Fuerza Bruta, organizado por Néstor y Cristina Kirchner.

¿En ese entonces, el estado de euforia pasaba por otro lado?

Había aflorado el nacionalismo argentino. Era un buen momento del país, se habían adquirido derechos, la desocupación era baja, los commodities altos, Fuerza Bruta nos elevaba. Ya en 2016, el ánimo es otro, en baja, y lo que empiezan a subir son la pobreza, las tarifas. Otra vez la Argentina empieza a mutar. Algunos dicen  “hay que ordenar”, otros “ajustar”, esto a piacere del lector que observa al país como un paciente inestable, que pasa de la megalomanía a la melancolía. Es un border. Un flan, que necesita una compotera más firme que la contenga.

¿Entonces?

Da la impresión de que se necesitan personalidades avasallantes, fuertes, que actúan como tutores.  Fue así como en la historia aparecieron Roca, Rosas, Perón, Menem, los Kirchner. También un moderado como De la Rúa. Sin desconocer el contexto económico que le tocó vivir, no se la bancó. No pidió un taxi, pero sí un helicóptero. Con los moderados, parece que la cosa no termina de andar bien.

¿Cuál sería el desafío hoy?

Después de la recaída, como las chicas, se está buscando una nueva oportunidad. Macri apareció como moderado: No tiene un discurso épico ni grandes justificantes. Es más formal y está tratando de ver cómo le va. El futuro es incierto, pero está demostrado que la Argentina es un país hiperpresidencialista. Y Macri, que proponía compartir las decisiones del poder, en pocos meses decapitó a todo macho alfa que anduviera por ahí. Prat Gay y Melconián debieron salir.

Dicho todo esto, ¿Qué tratamiento recomendarías para una convivencia más armoniosa y menos tóxica?

Traté de explicarlo plegando una hoja, con subidas y bajadas pronunciadas, como un acordeón. Luego estiraba el papel y observaba que las curvas se hacían más suaves y espaciadas. Argentina alcanza picos de subidas y bajadas, y hay que tratar de que éstas sean menos acentuadas que las que tuvo históricamente.  Ahora estamos en un valle, con recesión, aunque más liviana que en otros momentos. Pero en el inconsciente colectivo existe el temor a que se pueda volver a hechos traumáticos como los ocurridos en 2001, donde no se veía la salida.

¿Tú sugerencia es?

Suavizar gradualmente los niveles de crisis e ir creando mayor estabilidad. El sistema republicano es clave. Aunque no lo idealizo. No sirve solo el republicanismo. Ahora, entre populismo y republicanismo, me quedo con republicanismo, discutiendo los hechos puntuales de la realidad.

El filósofo presidencial, Alejandro Rozitchner acaba de manifestar su preocupación por el hecho de que, tal vez, el país en general no está a la altura de las decisiones de Macri ¿Es arrogante, o solo una defensa ante los ataques que surgieron luego del paso del Presidente por el programa de Mirtha Legrand?

En rigor, creo que Rozitchner hizo una aclaración. Pero creo que los argentinos no tienen experiencias emocionales sobre  propuestas de mediano y largo plazo. Macri le está pidiendo tres años a la gente, y la gente de 40, 50 y 60 años no tiene registro que en ese tiempo, haya habido barcos que hayan llegado a buen puerto. De allí la impaciencia. El umbral de tolerancia hacia Macri es muy bajo. Te lo explico con una paradoja: se invierte y se esperan unos años al pozo para comprar un departamento. Con Macri es distinto: ¡queremos el inmueble patrio ya! Este es el contexto. Una parte de la sociedad, no menos, aún tiene expectativas y otra amplia franja está dominada por la ansiedad.

¿Qué puntos en común y qué diferencias encontrás entre presidentes constitucionales del 83 a la fecha?

Hay presidentes que generaron una conexión emocional muy fuerte y expectativas y otros representaron herramientas electorales para obturar ciclos  agotados. De la Rúa fue una herramienta electoral para terminar de una vez por todas con el menemismo, y no dejar llegar a (Eduardo) Duhalde. Macri fue una herramienta electoral para clausurar al kirchnerismo. Debe demostrar ahora, es su desafío, que tiene capacidad de transformación. El final está abierto.

Ernesto Sanz, miembro fundador de Cambiemos en representación del radicalismo, no ocupa ningún cargo, pero acaba de afirmar que el gobierno es el primer defensor de la escuela pública ¿Es así, con tantas falencias y paros en los colegios del Estado y el fuerte corrimiento hacia el sector privado?

En su gestión como gobernador de la ciudad de Buenos Aires, Macri no privatizó ni un tornillo. Era el gran fantasma. Pero al haber dicho recientemente Macri que “se puede caer en la escuela pública”, le hizo un flaco favor a los consejos de (Jaime) Durán Barba. El asesor ecuatoriano lo presentaba como un desarrollista, no como un liberal de Barrio Parque. Y lo mostraba alejado de la historia familiar  y empresaria, para acercarlo a la gente. La tarea de ablandamiento se disipó por una ventanita, cuando Macri hizo saber su pensamiento acerca de una escuela pública subvaluada. Es un paso atrás. En este juego, Sanz lo que intenta es reparar el fallido del Presidente, igual que hace el ministro Esteban Bullrich.

El gobernador Urtubey, de Salta, de buena relación con Macri, afirmó que “el luche y vuelve era con Perón” y que eso “ya fue”, porque la gente no vuelve para atrás ¿Mensaje para Cristina, Massa y Randazzo?

Urtubey alberga el sano deseo de ser candidato a Presidente por el peronismo. Massa necesita obturar las chances de Cristina, que tiene un piso alto, cercano al techo, según las encuestas. Pero muchas encuestas acertaron y otras erraron ¿Cristina puede volver? No hay una puerta abierta, pero sí entreabierta.

Tábare Vázquez, del Frente Amplio, acaba de prohibir los piquetes en Uruguay. Salvando las dimensiones territoriales y los conflictos sociales, ¿advertís que en la Argentina hay un componente autoritario muy fuerte y desorganización, poco permeable a las relaciones amigables callejeras?

Pasa eso. Desde las privatizaciones de la época de Menem, empezaron los piquetes. Primero en Cutral-Có, Neuquén. Funcionaban como último recurso: ocupar el espacio público para dar batalla contra la reconversión de la matriz argentina. A partir de allí, se instaló. Hubo una sordera estatal, que ahora debería cesar para responder mejor a este cruce de derechos. Mucha gente ocupa el espacio público, e impide que otra transite o vaya a trabajar. En un tema no resuelto. El gobierno no sabe qué hacer. Aunque entre el gradualismo y el shock, optó por el gradualismo, por una solución más suave. La escena del muerto (mencionada por Elisa Carrió) ocupa todo. Si ocurriese eso, además de neoliberal, se le trataría de imponer a Macri la etiqueta de represor.

Uno de los tantos dramas vigentes, es el de los nietos recuperados que habían sido apropiados en la dictadura militar. Un fallo judicial procesó por falsedad ideológica y alteración del estado civil, a los padres adoptivos de Ignacio Montoya, el nieto de Estela Carlotto. Él pidió que su opinión sea tenida en cuenta y que sus padres sigan libres ¿Cuál es tú óptica?

Es una vuelta de tuerca a los grandes logros en el tema de derechos humanos, en el que se avanzó en medio de grandes complejidades ¿Qué pasa si alguien como Ignacio legitima a sus padres adoptivos/apropiadores? Hay también aquí un cruce de derechos. Una ley castiga, pero por el otro lado hay un lazo emocional y positivo. Ignacio es mayor de edad y está en pleno uso de sus facultades mentales. Da su opinión y debe ser tenida en consideración. No hay ninguna asimetría, porque no es ya un menor de edad cooptado y enlazado por un amor perverso. Ignacio está en pleno conocimiento de todo y cuenta con toda la información.

González Oro destrozó a Scioli