Alberto: el presidente sanitarista que entró a terapia

Un conjunto de torpezas está licuando su conducción en la Rosada. El peor error ponerse encontra a los médicos.

Sigue siendo un misterio saber qué quiso conseguir el presidente con la errática frase de “se relajaron” refiriéndose al sistema de salud privado. Kicillof fue intérprete de cada una de sus medidas pero a este fuerte traspié prefirió eludirlo.

Un actor de la medicina prepaga, que quiere seguir manteniendo buena sintonía con el oficialismo, apuntó que el problema sería que a Alberto le siguen “morcilleando la oreja” para estatizar el sistema de salud.

De todas maneras, la forma en que lo dijo, hizo que médicos de trinchera, terapistas, que están dejando la vida y los sueños, coincidieran al unísono en repudiar al presidente.

Las dificultades de cohesión comienza a ser un creciente escenario interno dentro del gobierno. Los que debieran defender la gestión, sienten contradicciones importantes.

Puertas para adentro, que dos ministros, Trotta y Vizzotti, se enteraran de la interrupción de las clases presenciales, unas horas antes de la cadena nacional, indica un estado de desacople y desconexión que se ha profundizado en el gobierno.

Hubo también aprovechamiento mezquinos de sectores opositores. Nunca el presidente dijo que el Ejército tendría el rol, en las nuevas restricciones, de parar ciudadanos incumpliendo las normas sino que llevarán adelante apoyatura de tareas sociales. La historia de los 70, sigue muy abierta y sensible, pese a las acciones de reparación histórica.

El problema central es que cuando hay que explicar mucho, tras un mensaje a todo el país de un presidente, es notorio  el problema de comunicación.

Alberto se cree sabe lo todo y no escucha a los pocos hombres de la rosada que le acercan gramos de sensatez. Es una incógnita el rol de Cristina sobre estas nuevas medidas. Dicen que dejó todo delegado a su preferido: Axel Kicillof.

Que varios gobernadores peronistas hicieran caso omiso al decreto, lo ubica a Alberto en la figura de un mandatario citadino, lejos de ese líder federal que quiso encarnar.

El discurso presidencial muestra astillas que con las divisiones externas e internas del país, se transforman al poco tiempo en estalactitas funcionales a la radicalización opositora.

El modelo Larreta del jueves último fue de una dureza inusitada aunque siempre dejó abierta una puerta negociadora. Su equipo vio parir un candidato a presidente.

A la vista de la publicación del decreto, la pulseada política se trasladó a la Corte Suprema. Un revés para el presidente, en un tiempo récord, es inimaginable y de solo pensarlo sería letal. La tensión sobre otra vez la tan mentada autonomía real de la ciudad para dictar sus rumbos de gestión principales, entendiendo que sus desiciones influyen en el AMBA, lugar de batalla contra el coronavirus.

Que varios gobernadores peronistas hicieran caso omiso al decreto, lo ubica a Alberto la figura de un mandatario citadino, lejos de ese líder federal que quiso encarnar.

El presidente, que se precia de cuidar la salud de los argentinos, entró a terapia intensiva. No es la primera vez que le pasa a un hombre político en sus zapatos. El problema es que haya tomado verdadera conciencia. O es el cambio o se acerca al respirador.