Bebote volvió a mandar en la tribuna

Cuando Javier Cantero dio un paso al costado, Pablo Alvarez apretó su puño y festejó. Le había ganado la pulseada al presidente de Independiente, y ya se estaba acomodando de cara al futuro. Con el aval de los Moyano, Bebote recuperó su lugar en el mundo, en los paravalanchas del estadio del Rojo.Existe, aunque muchos lo niegan, una relación muy cercana entre

Bebote y Facundo Moyano, el hijo de Hugo, el presidente de Independiente. “Son sólo amigos”, dijo una vez la abogada del barra. Y se los vio juntos en varias ocasiones, una de ellas fue en las elecciones que Moyano padre ganó de punta a punta.

Hoy Bebote lidera la hinchada de Independiente y tiene sus beneficios, claro. En Avellaneda dicen que recuperó el manejo de los puestos que venden las casacas truchas de Independiente, y algunos negocios de comida en las cercanías del estadio. Moyano, cuando lo recapturó, le rogó que organice sin violencia la tribuna. Y le pidió, además, que no se exponda públicamente.

Pablo Alvarez, Bebote, es obediente y se mantiene al margen. En su web oficial apenas se encarga de aclarar episodios que pueden salpicarlo y dejarlo sin nada. “Sacamos las banderas y los bombos, y bajamos a la barra de los paravalanchas porque con tanta gente en la tribuna se desprendió un pedazo de hormigón de la tribuna. No inventen que estamos en guerra”, escribió Alvarez, a quien desde adentro de la hincha lo vinculan con la Policía. “Bebote.com. Más ortiva que nunca”, decía una bandera en la que se lo acusaba, cuando él no podía ingresar al estadio por el derecho de admisión.

Ya quedó en el pasado su desliz en el Mundial, cuando fue deportado en Brasilia. Alvarez se burló de la Policía Federal, y también de los agentes brasileños. Los eludió disfrazado, y luego se jactaba de su golpe en las redes sociales. Hasta que lo atraparon y lo hicieron volver. Nunca supieron quién le entregó la entrada para ver los partidos de Argentina porque se tragó el ticket, para no dejar pistas. Eso sí, cuando regresó, salpicó a las altas esferas. “Me las regaló el contador de Grondona”, disparó. Y no se habló más del tema. Después, recibió la aprobación de Moyano, y hoy se ríe de Cantero, el iluso presidente que le aplicó el derecho de admisión, y lo sufrió más que nadie.